sábado, 11 de enero de 2014

Hay Vida en este Planeta

Durante nuestro camino por la infertilidad tuvimos la "suerte" (por decirlo de alguna forma) de que varias parejas de amigos y conocidos muy cercanos pasaron o estaban pasando por lo mismo. Para cualquier persona que tiene que luchar con una situación difícil, estar acompañado por alguien que sepa en carne propia de lo que están hablando es una gran contención. Me hubiese encantado que no fuera así, claramente no le desearía infertilidad ni a mi peor enemigo y a la vez, parecía que esa plaga maldita nos invadía en todos los aspectos de nuestras vidas. Definitivamente hay algo en el agua que puta que!!! A veces me preguntaba cómo fue que en mis conversaciones cotidianas empece a dejar de  explicar lo que eran la fase lutea, moco cervical, el Clomifeno y la movilidad espermatica.

Cuando estas luchando contra la infertilidad, es inevitable sentirte un sapo de otro pozo, un bicho raro, un alienigena fuera de su planeta. No encajas en ningún grupo: las parejas de nuestra edad o ya tienen hijos o están casándose recién y ni se plantean formar una familia todavía. Tus amigas están de joda, recién comenzando una relación o embarazadas de trillizos. Encima cuando logras hablarlo con alguien, verbalizarlo con todo el dolor del mundo, algún/a pelotudo/a te tira la frase idiota de "relajaste que ya va a venir" y decís listo: A partir de ahora solo voy a hablar con mi psicólogo y pareja.

Así fue como empecé a sentirme un extraterrestre en cualquier ámbito. En el fondo cada vez que alguien me preguntaba cómo estaba, mi mente pensaba "para el orto" pero como contestar eso me llevaría inevitablemente a explicar por qué, contestaba bien como cualquier mortal. Cada vez, me era más difícil estar en sociedad ya que sólo quería hablar de una cosa y por miedo a que alguien me diga boludeces y lo emboque como consecuencia, era un zombie en cada reunión social a la que iba.

A pesar de esto, contar con parejas cercanas que pasaban por lo mismo, nos dio conocimiento de causa y nos preparó para lo que vendría en el futuro. Lo primero sería encontrar un médico en el que pudiéramos confiar así que de todas las recomendaciones que tuvimos, elegimos el que había dado resultado hasta ese momento.

Caímos en la clínica un lunes a las 8 de la mañana, ya pasado el año de búsqueda, con una sola cosa en mente: vamos a hacer lo que sea para tener un hijo. Por suerte el Doctor Y SÍ sabía lo que hacia. Recuerdo que luego del cuestionario extensivo sobre asuntos médicos y mirar todos los estudios que llevamos, me miró y me preguntó: "Y el sensor de ansiedad cómo está? Rojo o amarillo?" A lo que yo contesté: "Fuxia." Estuvo una hora hablando con nosotros, nos contuvo, nos explicó los pasos a
seguir, armamos juntos un programa de soluciones y alternativas y lo más importante, se puso en
nuestro lugar, nos hizo sentir que debíamos estar ahí y nos aseguró una y otra vez que yo iba a quedar embarazada. 6 meses nos pidió para comenzar con la primera etapa, la estimulación de ovulación e inseminaciones. Eso no parecía mucho al principio, pero el tiempo en el caso de una infértil equivale a años perrunos.

miércoles, 8 de enero de 2014

Doctor Who?

En nuestro camino por la infertilidad, tuvimos la suerte o mala suerte mejor dicho, de cruzarnos con varios personajes nefastos. Ya hablé de mi ginecóloga y sus caramelitos mágicos, que tan abiertamente me recetó para sacarme de encima sin hacerme ningún control o análisis pertinente. Después conocimos al endocrinólogo, un viejito que me cayo divino al principio pero que en vez de ayudarnos, nos confundió peor con su frase: "Con estos valores de T4 nunca ibas a quedar embarazada" y que luego sorpresivamente se regularizaron. Este señor nos derivó a un conocidísimo  ginecólogo de la zona, quien nos despachó y maltrató y nos dijo que él no podía ayudarnos ya que sólo se encargaba de partos y que necesitábamos un especialista en fertilidad. Entiendo que nuestra consulta no fuera para él, pero no nos merecíamos su forreada en absoluto.

En medio de este panorama, nos topamos con el doctor Who (y lo voy a llamar así para no difamar su trayectoria, aunque se lo merecería), un especialista en fertilidad de un muy conocido centro de salud en Buenos Aires. No muy simpático ni carismático, no tardo demasiado en generarme fastidio. Según él, no era necesario la consulta ya que aunque los pescaditos de mi esposo eran lentos y yo parecía no ovular regularmente, todavía no se había cumplido el año religioso que tiene que pasar para que a una pareja se la considere infértil. Voy a aclarar, que hacia 9 meses que estábamos en la búsqueda. Entiendo que podríamos haber estado sufriendo de ansiedad crónica pero mi consulta fue para ir adelantando cosas. Yo quería ponerle el cuerpo a la situación y poder ir descartando cosas, que alguien entendido en el tema vuelva a hacerme un análisis hormonal mínimamente. Así fue como repetimos mi conteo de hormonas y un jamás hecho cultivo.  Mientras tanto a mi marido le recetaron vitaminas para los pescaditos o como yo los llamé "anabólicos para que se pongan fuertes." Todas las mañanas mientras mi marido tomaba los polvitos yo le cantaba a los bichitos!!

Luego de hacerme el cultivo, nos encontramos con la indeseada sorpresa de que yo tenía Clamydia, una enfermedad de transmisión sexual que según lo Googleado en ese momento podía tener por años sin ningún síntoma y que no agarrada a tiempo, podía producir daños permanentes en el útero y trompas. Imagínense mi desesperación ante tal situación. Angustiadisimos, volvimos con el doctor para que aclare nuestras dudas y nos contenga. En cambio, me  sugirió por qué no le hacía caso a google y listo y por qué no nos íbamos de vacaciones para despejarnos porque estábamos muy ansiosos. Aparentemente, el tratamiento era bastante simple y 15 días de antibióticos para ambos sacaron al bichito de nuestras vidas. Si habría daños, sólo se vería en la radiografía de trompas que para el doctor, todavía no había que hacer.

Para este momento, yo había decidido que no podía continuar atendiéndome con alguien que no comprendiera la desesperación que implica no saber si hay algo que impida que podamos concebir un hijo, que la incertidumbre es peor que cualquier diagnóstico, porque no sabes con qué te enfrentas ni cómo tenés que hacerlo.

Montaña Rusa Emocional

Luego de intentar varias y todas las sugerencias de la entrada anterior sin lograr el tan ansiado positivo, yo comencé a derrapar. Lo peor es que el 90 % del tiempo yo aparentaba ser una persona normal pero según los días del ciclo menstrual, mi vida se había vuelto una montaña rusa de emociones extremas.

Entre los días 1 y 5 del ciclo (cuando estaba indispuesta), me invadía una depresión terrible. Lloraba por cada rincón que pudiera tratando de desahogar mi frustración ante otro mes de fracaso. Estos días eran clave para pelearme con mi esposó ya que debido a nuestra tan distinta naturaleza humana, él tenía dificultades para entender por qué yo lloraba. También, para que todo no fuera llanto, estos días eran propensos a ataques de enojo y fastidio intensos ante cualquier embarazo, posible embarazo, persona que tuviera síntomas de embarazo, persona con niños en brazos, niños, comerciales de pañales, vidrieras con ropa de futura mamá, en fin... Cualquier cosa que se relacionara con una maternidad fuera de mi realidad. Quisiera resaltar acá que las mujeres infértiles solemos sentirnos derrotadas muy a menudo y que sentir envidia hasta de una perra con sus cachorritos nos hace sentir muy culpables. Sabemos que la vida es el regalo más grande que hay, y simplemente nuestra aparente irá y desdén son evidencia de una gran y profunda tristeza. Nos alegra enormemente que amigas, primas, hermanas, vecinas, etc se embaracen (y más aún si sufrieron de infertilidad), pero en esos momentos nos volvemos a acordar lo lejos que estamos de ser madres nosotras mismas.

Pasados los días tormentosos de la menstruación, entre el 6to y 10mo día del ciclo, comenzaba a llenarse de esperanza mi corazón nuevamente. Era como si me inyectarán adrenalina y esos días previos a la ovulación me preparara para una maratón. Me llenaba de energías, de buen humor, de fe y veía los días siguientes como una oportunidad de que este SÍ sea nuestro mes!!

Finalmente llegaban los tan ansiados y mágicos días de ovulación: días 10 a 16. Durante estos días no había chance de peleas, no porque no me enojara fácilmente, sino porque tener sexo forzoso ya era bastante choto como para encima tener que hacerlo habiendo discutido. Al principio trataba de no recordarle a mi marido de los días que nos tocaba tener relaciones pero eventualmente fue demasiada presión para mi. Como sí no fuera poco que me viniera todos los meses, quería que se haga cargo un poco de la situación y empezara él también a hacer cálculos conmigo. Creo yo, que necesitaba un aliado que enloqueciera un poco conmigo, que sintiera lo desesperante que era vivir pendiente de un calendario. A su manera, lo hizo y hasta sostuvo mis piernas para arriba. En todas mis fantasías de niña, jamás hubo escenas tan poco sexies como esa pero bue, era lo que había.

Al pasar la ovulación comenzaba la desafortunada espera de dos semanas hasta poder hacerme un test. Las opciones eran empezar a tener síntomas de embarazo o de síndrome premenstrual. Irónicamente, muchos médicos y mujeres juran que son iguales, por lo cual hasta que no veia la mancha roja en la bombacha, yo creía ilusamente que estaba embarazada y hasta actuaba como tal. Durante 15 días comía sano, no tomaba alcohol y me alejaba del humo de cigarrillo. Me miraba la panza en cada espejo soñando ya estar esperando un bebé. Mis sentimientos se plegaban de una ansiedad terrible lo cual se plasmaba en horas y horas de googleo infernal. Cada síntoma que tenía, fingido, inventado, o realmente sentido era volcado en el ciberespacio. Para qué se entienda mi desesperación, llegue a googlear dolor de cabeza y picazón de pies + embarazo junto con otros estúpidos síntomas obvios. Tristemente, en la web siempre hay alguien en alguna parte del planeta que los tuvo, lo cual mis chances de poder estar embarazada aumentaban en los buscadores. Durante estos días, también, me invadía una triste soledad, ya que no podía compartir mi "embarazo psicológico" con nadie, ya que pensarían que había definitivamente enloquecido.

Eventualmente, mi NO bienvenido periodo llegaba y luego de haberme dado tanta máquina los días anteriores, el choque con la realidad era durísimo. Llegue al punto tal de no creer estar indispuesta y hacerme un test de embarazo igual porque yo sentía que estaba positivamente embarazada. Imaginense el rosario de puteadas que dije cuando me dio obviamente negativo. Imagínense, comenzar todo el ciclo de nuevo. Imagínense repetirlo todos los meses una y otra vez.

Ahí fue cuando me di cuenta que necesitaba ayuda profesional. Retomé terapia y saque turno con un especialista en fertilidad ya que alguien me tenía que dar alguna explicación de por qué nuestro bebe no llegaba.