miércoles, 8 de enero de 2014

Doctor Who?

En nuestro camino por la infertilidad, tuvimos la suerte o mala suerte mejor dicho, de cruzarnos con varios personajes nefastos. Ya hablé de mi ginecóloga y sus caramelitos mágicos, que tan abiertamente me recetó para sacarme de encima sin hacerme ningún control o análisis pertinente. Después conocimos al endocrinólogo, un viejito que me cayo divino al principio pero que en vez de ayudarnos, nos confundió peor con su frase: "Con estos valores de T4 nunca ibas a quedar embarazada" y que luego sorpresivamente se regularizaron. Este señor nos derivó a un conocidísimo  ginecólogo de la zona, quien nos despachó y maltrató y nos dijo que él no podía ayudarnos ya que sólo se encargaba de partos y que necesitábamos un especialista en fertilidad. Entiendo que nuestra consulta no fuera para él, pero no nos merecíamos su forreada en absoluto.

En medio de este panorama, nos topamos con el doctor Who (y lo voy a llamar así para no difamar su trayectoria, aunque se lo merecería), un especialista en fertilidad de un muy conocido centro de salud en Buenos Aires. No muy simpático ni carismático, no tardo demasiado en generarme fastidio. Según él, no era necesario la consulta ya que aunque los pescaditos de mi esposo eran lentos y yo parecía no ovular regularmente, todavía no se había cumplido el año religioso que tiene que pasar para que a una pareja se la considere infértil. Voy a aclarar, que hacia 9 meses que estábamos en la búsqueda. Entiendo que podríamos haber estado sufriendo de ansiedad crónica pero mi consulta fue para ir adelantando cosas. Yo quería ponerle el cuerpo a la situación y poder ir descartando cosas, que alguien entendido en el tema vuelva a hacerme un análisis hormonal mínimamente. Así fue como repetimos mi conteo de hormonas y un jamás hecho cultivo.  Mientras tanto a mi marido le recetaron vitaminas para los pescaditos o como yo los llamé "anabólicos para que se pongan fuertes." Todas las mañanas mientras mi marido tomaba los polvitos yo le cantaba a los bichitos!!

Luego de hacerme el cultivo, nos encontramos con la indeseada sorpresa de que yo tenía Clamydia, una enfermedad de transmisión sexual que según lo Googleado en ese momento podía tener por años sin ningún síntoma y que no agarrada a tiempo, podía producir daños permanentes en el útero y trompas. Imagínense mi desesperación ante tal situación. Angustiadisimos, volvimos con el doctor para que aclare nuestras dudas y nos contenga. En cambio, me  sugirió por qué no le hacía caso a google y listo y por qué no nos íbamos de vacaciones para despejarnos porque estábamos muy ansiosos. Aparentemente, el tratamiento era bastante simple y 15 días de antibióticos para ambos sacaron al bichito de nuestras vidas. Si habría daños, sólo se vería en la radiografía de trompas que para el doctor, todavía no había que hacer.

Para este momento, yo había decidido que no podía continuar atendiéndome con alguien que no comprendiera la desesperación que implica no saber si hay algo que impida que podamos concebir un hijo, que la incertidumbre es peor que cualquier diagnóstico, porque no sabes con qué te enfrentas ni cómo tenés que hacerlo.

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