jueves, 30 de junio de 2016

Después de la Tormenta...

...Siempre llega la calma. O al menos eso dice el dicho. Estoy bastante desconectada del mundo virtual, ocasionalmente leo tweets y trato de apoyar a las que siguen luchando pero la verdad es que no me dan muchas ganas... de hecho, me tomó unos cuantos meses volver a escribir. 
La realidad es que al término del verano allá por Marzo, marido y yo nos topamos con un nuevo negativo. Sí gente, vamos por el cuarto... 
Aunque esta vez lo viví en paz como jamás lo había vivido, en conexión con mi cuerpo, tranquila y contenida con dos embriones hermosos, recibimos otro cachetazo. Y es que a veces el deseo no alcanza... Esta vez también fue la vez que más me conecté con el dolor y la tristeza, sin enojos, sin culpas, sin miedos. Y es que cuando todo sale TAN bien, uno empieza a resignarse y a aceptar que ya no podemos hacer mejor las cosas. Este tratamiento fue perfecto, salvo por el resultado obvio y yo di lo mejor de mi.  
Obviamente, fue duro. Volvieron los comportamientos antisociales, el insomnio, los ahogos y el combo de depresión usual. Sin embargo, tengo que confesar que hubo algo que me ayudó a superar ese momento. La luz al final del túnel fue marido, que se puso los pantalones y cansado de verme llorar me dio un ultimatum: Se acabaron los tratamientos por un año y todo lo relacionado con ellos: médicos, googleo, turnos, peleas con la obra social... todo. Recuerdo lo primero que pensé: "¿Y ahora qué carajo hago durante un año?" No concebía qué hacer con mi vida sin tener otro tratameinto en el horizonte. De golpe, me encontré sin rumbo. Pero en esa situación hubo que buscar un nuevo norte o empezar a ver que hay otros caminos. Siempre le digo qué decisión tan acertada fue porque yo jamás hubiese aceptado que necesitaba un corte así. Y es que gracias a eso pude cumplir otra de mis metas, en la forma de un viaje mágico con el que siempre soñé y que veníamos postergando y planeando hacía meses. Y ahí pude recordar lo que era la felicidad. Volví a llorar de alegría el día de mi cumpleaños, a ir por la vida sin sentirme incompleta, sin sentirme desdichada casa vez que veía un bebé y a realmente valorar todo lo bueno que tengo. Parece una frase trillada, una obviedad que antes decía como loro pero hoy lo veo y antes sólo veía una ausencia. Muchas veces pienso en la vida sin hijos y me imagino cómo sería... no es lo que deseo, no es lo que me gustaría pero tampoco sería una mierda. Al fin y al cabo hay tanto por difrutar. Y esto no significa que ya voy a dejar de intentarlo, no sé cuándo volverá a ser el momento y confieso que me asusta un poco, pero lo veo más adelante. Mientras tanto, hay mucho por seguir haciendo. Hace 4 años que nuestra vida se detuvo en una falta y una búsqueda que hoy admito hasta fue obsesionada. Y nadie me va a devolver ese tiempo que ya pasó. No fue malgastado, no me arrepiento pero hoy sé que soy mucho más que una infertil. Quiero ser feliz, con o sin hijos, para que ese día que llegue, si llega, me encuentre plena y completa así como soy.